jueves, 5 de julio de 2007

MARTIRES DE LA GUERRA CIVIL

Atraídos por el ejemplo de Jesús y sostenidos por su amor, muchos cristianos, ya en los orígenes de la Iglesia, testimoniaron su fe con el derramamiento de su sangre. Tras los primeros mártires han seguido otros a lo largo de los siglos hasta nuestros días” (Benedicto XVI) .

Nota de la conferencia Espiscopal Española

"1. Los mártires, signo de esperanza
En 1999, esta Asamblea Plenaria de los obispos daba gracias a Dios por los logros del siglo XX y pedía perdón por los pecados de aquella centuria que llegaba a su fin. Entre los pecados recordábamos las “violencias inauditas” a las que el mundo, Europa y España se vieron arrastradas por “ideologías totalitarias, que pretendían hacer realidad por la fuerza las utopías terrenas”. Y dábamos gracias a Dios, recordando, con Juan Pablo II, que “al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires” y que “el testimonio de miles de mártires y santos ha sido más fuerte que las insidias y violencias de los falsos profetas de la irreligiosidad y del ateísmo”.
Los mártires están por encima de las trágicas circunstancias que los han llevado a la muerte. Con su beatificación se trata, ante todo, de glorificar a Dios por la fe que vence al mundo (cf. 1Jn 5,4) y que trasciende las oscuridades de la historia y las culpas de los hombres. Los mártires “vencieron en virtud de la sangre del Cordero, y por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (Ap 12, 11). Ellos han dado gloria a Dios con su vida y con su muerte y se convierten para todos nosotros en signos de amor, de perdón y de paz. Los mártires, al unir su sangre a la de Cristo, son profecía de redención y de un futuro divino, verdaderamente mejor, para cada persona y para la humanidad.
Por eso escribía Juan Pablo II: “quiero proponer a todos, para que nunca se olvide, el gran signo de esperanza constituido por los numerosos testigos de la fe cristiana que ha habido en el último siglo, tanto en el Este como en el Oeste. Ellos han sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución, frecuentemente hasta el testimonio supremo de la sangre. Estos testigos, especialmente los que han afrontado el martirio, son un signo elocuente y grandioso que se nos pide contemplar e imitar. Ellos muestran la vitalidad de la Iglesia; son para ella y para la humanidad como una luz, porque han hecho resplandecer en las tinieblas la luz de Cristo […]. Más radicalmente aún, demuestran que el martirio es la encarnación suprema del Evangelio de la esperanza”.
2. Los nuevos mártires de España
La beatificación que vamos a celebrar contribuirá a que no se olvide el “gran signo de esperanza” que constituye el testimonio de los mártires. De los del siglo XX en España, 479 han sido beatificados en once ceremonias a partir de 1987, y 11 de ellos son ya santos.
Casi quinientos han sido reunidos, esta vez, en una única celebración. Y, como en las anteriores ocasiones, cada caso ha sido estudiado por sí mismo con todo cuidado a lo largo de años. Estos mártires dieron su vida, en diversos lugares de España, en 1934, 1936 y 1937. Son los obispos de Cuenca y de Ciudad Real, varios sacerdotes seculares, numerosos religiosos -agustinos, dominicos y dominicas, salesianos, hermanos de las escuelas cristianas, maristas, distintos grupos de carmelitas, franciscanos y franciscanas, adoratrices, trinitarios y trinitarias, marianistas, misioneros de los Sagrados Corazones, misioneras hijas del Corazón de María-, seminaristas y laicos, jóvenes, casados, hombres y mujeres. Las biografías y fotografías de todos, y su relación con las diócesis actuales, se encuentran en el libro titulado Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo XX en España.
Podemos destacar como rasgos comunes de estos nuevos mártires los siguientes: fueron hombres y mujeres de fe y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la Santísima Virgen; por ello, mientras les fue posible, incluso en el cautiverio, participaban en la Santa Misa, comulgaban e invocaban a María con el rezo del rosario; eran apóstoles y fueron valientes cuando tuvieron que confesar su condición de creyentes; disponibles para confortar y sostener a sus compañeros de prisión; rechazaron las propuestas que significaban minusvalorar o renunciar a su identidad cristiana; fueron fuertes cuando eran maltratados y torturados; perdonaron a sus verdugos y rezaron por ellos; a la hora del sacrificio, mostraron serenidad y profunda paz, alabaron a Dios y proclamaron a Cristo como el único Señor.
3. Testigos de Dios y de la humanidad nueva
El martirio es el signo más auténtico de la Iglesia de Jesucristo: una Iglesia formada por hombres, frágiles y pecadores, pero que saben dar testimonio de su fe vigorosa y de su amor incondicional a Jesucristo, anteponiéndolo incluso a la propia vida. Dado que los mártires son personas de todos los ámbitos sociales, que han pasado su existencia haciendo el bien y que han sufrido y han muerto renunciando a salvar su vida y perdonando a quienes los maltratan, nos sitúan ante una realidad que supera lo humano y que nos invita a reconocer la fuerza y la gracia de Dios actuando en la debilidad de la historia humana.
El misterio del martirio es inseparable de la misión que Dios da a cada persona y en él se realiza el designio de la Providencia (cf. Is 53,10). En Jesús culmina toda la serie de perseguidos por aquellos a los que habían sido enviados (cf. Mt 23,31ss), y de Jesús arranca todo un creciente discipulado que no puede correr una suerte distinta a la de su Maestro (cf. Jn 15,20; 16,1ss). En los discípulos revive Jesús su martirio (cf. Hch 9,4ss; Col 1,24) y para ellos la muerte es ganancia (cf. Flp 1,29). En la Iglesia, las persecuciones son signo y condición de la victoria definitiva de Cristo y de los suyos: poseen un significado escatológico, aparecen como un adelanto del juicio y de la instauración completa del Reino (cf. 1 Pe 4,17-19), y preludian el triunfo de la vida sobre la muerte y el nacimiento de unos cielos nuevos y una tierra nueva (cf. Ap 6,9ss; 7,13-17; 11,11s; 20,4ss).
4. Una hora de gracia
La beatificación que vamos a celebrar es una hora de gracia para la Iglesia que peregrina en España y para toda la sociedad. Os invitamos a prepararos bien para esta fiesta y a participar en ella de modo que se convierta para todos en un nuevo estímulo para la renovación de la vida cristiana. Lo necesitamos de modo especial en estos momentos en los que, al tiempo que se difunde la mentalidad laicista, la reconciliación parece amenazada en nuestra sociedad. Los mártires, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación.
Que por el testimonio y la intercesión de los mártires se avive y fortalezca nuestra condición de creyentes, de discípulos y amigos del Señor, que vino al mundo para dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18,37; cf. Ap 1,5; 3,14); que perdonó a sus perseguidores (cf. Lc 22,51.81; 23,34); que ofreció su sangre como precio de la redención salvífica (cf. Heb 9,22), y que, elevado en la cruz, atrae a todos hacia Él (Jn 12,32).
Que por el testimono y la intercesión de los mártires se vigorice nuestra esperanza y se encienda nuestra caridad. Ellos, movidos por la esperanza de la Vida eterna, supieron anteponer a su propia vida el amor y la obediencia a la ley evangélica, la ley nueva del amor más grande y promotora de la dignidad y la libertad de cada persona. Los mártires son testigos supremos de la Verdad que nos hace libres

jueves, 28 de junio de 2007

Libro del Papa

Proximamente, parece ser que el próximo día 6 de julio saldrá a la luz el nuevo libro del Papa. En esta ocasión sus escritos versan sobre el eje principal de nuestra Fe: Jesus de Nazaret. Es un libro que intenta romper numerosos mitos sobre la figura de Jesus. Pretende un acercamiento al Jesús histórico y supone reduscribir la figura de Cristo, no solo por los evangelios. Ahora es mas que nunca un analisis del Jesus historico, ya que su figura ha sido tergiversada de muchas maneras.

FE Y RAZON

Desde este blog pretendemos abrir un debate entre Fe y razón. Para tos aquellos que buscan a Dios por medio de la razón.

En su encuentro con representantes alemanes del mundo de la ciencia, el Papa Benedicto XVI aseguró que solo “si la razón y la fe avanzan juntas de un modo nuevo”, el hombre podrá superar los peligros que emergen de las “nuevas posibilidades abiertas a la humanidad”.
“Los aspectos positivos de la modernidad deben ser conocidos sin reserva: Estamos todos agradecidos por las maravillosa posibilidades que ha abierto para la humanidad y para su progreso que se nos ha dado”, indicó el Pontífice.
Sin embargo, aclaró que “el ethos científico debe ser obediente a la verdad, y, como tal, lleva una actitud que se refleja en los principios del Cristianismo. La intención aquí no es el reduccionismo o la crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y su aplicación”.
“Mientras nos regocijamos en las nuevas posibilidades abiertas a la humanidad, también podemos apreciar los peligros que emergen de estas posibilidades y tenemos que preguntarnos cómo podemos superarlas. Tendremos éxito al hacerlo solo si la razón y la fe avanzan juntas de un modo nuevo, si superamos la limitación impuesta por la razón misma a lo que es empíricamente verificable, y si una vez más generamos nuevos horizontes”, agregó.
En este sentido, el Papa recordó que “la teología pertenece correctamente a la universidad y está dentro del amplio diálogo de las ciencias, no solo como una disciplina histórica y ciencia humana, sino precisamente como teología, como una profundización en la racionalidad de la fe”.